La noticia golpea el gran corazón, el de su público, como un hecho trágico irreversible, similar al que él protagonizaba con su voz profunda y aterciopelada.
Entre la poesía de Federico García Lorca, el vaho desolador de Beckett, la honorable figura de Lear, por Shakespeare, la desesperación del viajante de Miller, Alfredo Alcón se mantuvo humilde de espíritu y de ambiciones materiales. Tanto que era de rigor el chiste sobre el auto que nunca tuvo.
Alcón era el gran actor nacional, aunque no le gustaran esos títulos nobiliarios. Columna de opinión de una periodista de VOS.